quinta-feira, 5 de julho de 2012

INTERFERÊNCIAS


Todos sabemos qué ocurre cuando dejas el móvil cerca de un altavoz: segundos antes de que suene el teléfono, un desagradable zumbido interrumpe tu canción favorita. 

Este es un ejemplo de una interferencia electromagnética - la recepción indeseada de una señal de radio. No sólo pueden interrumpir tu música, también pueden alterar los datos recogidos por los satélites. 

El satélite de la ESA para el estudio de la Humedad del Suelo y la Salinidad de los Océanos (SMOS) fue lanzado en el año 2009 para ayudarnos a comprender mejor el ciclo del agua de nuestro planeta. Para ello, mide las microondas emitidas por la Tierra en el rango de los 1400-1427 MHz. 

SMOS no tardó en detectar que se estaban transmitiendo muchas señales no declaradas en este rango de frecuencias, a lo largo de todo el mundo. Estas interferencias hacían que los datos de esta misión europea quedasen sin validez para su uso en aplicaciones científicas. 

Desde ese mismo momento, la ESA ha estado investigando de dónde procedían todas estas interferencias. 

A medida que las autoridades nacionales colaboraban con la ESA para localizar el origen y silenciar estas emisiones, las interferencias comenzaron a desaparecer. 

Entre las regiones del hemisferio norte más contaminadas electromagnéticamente destacan los océanos Atlántico y Pacífico Norte, sobre los que abundan las interferencias provocadas por los radares militares. 

En los últimos años, se pidió la colaboración de las autoridades de Canadá y de Groenlandia. Canadá comenzó a renovar sus equipos a finales de 2011, y Groenlandia apagó sus transmisores en marzo del año pasado. 

A día de hoy, ya se han apagado más de 13 fuentes de interferencias en las latitudes septentrionales. Esto se ha notado rápidamente en la calidad de los datos recogidos por SMOS sobre estas regiones, que antes estaban tan contaminadas electromagnéticamente que resultaba simplemente imposible medir con precisión la salinidad de los océanos por encima de los 45 grados de latitud norte. 

Sin embargo, todavía quedan algunas fuentes de interferencias cuyos efectos se pueden sentir a más de 3.000 km de distancia, especialmente sobre América del Norte. 

Esta iniciativa para reducir las interferencias en esta banda de frecuencias también beneficiará a otras misiones equipadas con instrumentos similares, como el satélite Aquarius de la NASA, lanzado el año pasado. 

Aquarius también estudia la salinidad de los océanos y, además, mide el estado de la mar para intentar comprender cómo este parámetro afecta a las medidas de la salinidad. 

Una característica única de SMOS es que también mide la humedad del suelo. Las medidas de SMOS y de Aquarius se complementan bastante bien: SMOS vuelve a visitar los mismos puntos de la superficie de la Tierra con una mayor frecuencia y nivel de detalle, mientras que Aquarius ofrece una mayor resolución 'pixel por pixel'. 

Los científicos están intentando combinar los dos conjuntos de datos para mejorar la calidad de los mapas de la salinidad de los océanos a escala global. 

"La combinación de las nuevas observaciones de SMOS y de Aquarius nos permitirá monitorizar la salinidad de la superficie de los océanos con una resolución espacial y temporal sin precedentes", explica Nicolas Reul, del Instituto de Investigación francés para la Exploración del Mar. 
"En particular, podríamos detectar y monitorizar mejor los frentes de salinidad y el movimiento del agua a través de los océanos tropicales o en el seno de las grandes corrientes, como la Corriente del Golfo". 

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